El sábado 24 de febrero concluyó la XI Asamblea Provincial de la Compañía de Jesús con un sentimiento general de acción de gracias al Señor de los 62 jesuitas y casi igual número de colaboradores laicos y laicas por haber vivido cuatro días de profunda renovación espiritual.

Si alguien me preguntara cuál fue el fruto principal de la Asamblea, yo diría sin dudar que fue un tiempo de renovación porque sentimos y gustamos que todos los miembros del cuerpo apostólico de la Compañía de Jesús en Ecuador estamos convocados por el Señor a continuar su misión de reconciliación en un mundo roto por las injusticias, violencia y muertes.

 Recuerdo que en el primer día de la Asamblea, que fue el martes 20 de febrero tenía algunas expectativas marcadas por el típico cansancio que llevamos a reuniones de este tipo luego de largos meses de trabajo. Llegué a la Casa de Getsemaní desde el Centro Cultural Biblioteca Ecuatoriana Aurelio Espinosa Pólit ubicado en Cotocollao, al norte de Quito, cortando casi de raíz un sinnúmero de actividades para lograr participar en una reunión que se volvería a tener al cabo de casi dos años. No fue fácil hacer la maleta y dejar el Centro Cultural que, además, de las variadas actividades que realiza ahora enfrenta unos profundos retos marcados por la crisis económica e institucional que nuestra patria sufre con mayor fuerza en los últimos años.

Así arribé a la amplia y adecuada casa de las respetadas Hijas de la Caridad en donde me encontré con la amabilidad del equipo logístico de la Casa Provincial que resolvió con prontitud un inconveniente en la habitación que me había sido asignada. Con el pasar de las horas y de los días, el espíritu y cuerpo se fueron sosegando, dejando atrás, al menos por unos días, las preocupaciones diarias que me distraen de lo fundamental que, gracias a la misericordia del Señor, se fue revelando nuevamente en la paz y reencuentro con mis compañeros jesuitas y colaboradores laicos que volvía a ver, en algunos casos, luego de varios meses.

La agenda bastante bien equilibrada propuesta por el P. Provincial y su consolidado equipo se cumplió de manera eficiente en los siguientes tres días de presentaciones, reflexiones personales y grupales, plenarias y eucaristías diarias como cierre de las jornadas. Todas estas intensas actividades fueron sazonadas para deleite del cuerpo con sanos alimentos y momentos de esparcimiento al caer la noche.

Especial atención de mi parte merecieron las presentaciones de expositores de la Casa Provincial y de dos invitados especiales como fueron el Econ. Andrés Mideros, director académico de la PUCE, alumno discípulo en mis años de magisterio del Colegio San Gabriel, y de Mons. Luis Cabrera, arzobispo de Guayaquil, que nos hablaron de la realidad económica-social de nuestro país y del camino sinodal propuesto por el Papa Francisco a toda la Iglesia Católica.

Fue reconfortante conocer el trabajo realizado por la Compañía de Jesús en diferentes áreas apostólicas, oficinas y secretariado para brindar un servicio acorde a los tiempos que vivimos. Repito una frase que dije a algunas personas en un trabajo grupal consciente del valioso cambio ocurrido en la Casa Provincial: ¡Ya era hora de fortalecer el equipo que debe ayudar al Provincial, en primer lugar!

Mis palabras finales de agradecimiento van al Señor por habernos conducido de manera sutil y casi imperceptible por un camino de unión de corazones para sabernos parte de un solo cuerpo que debe luchar con todas sus fuerzas en cumplir su voluntad y misión.

También a mis compañeros jesuitas y laicos que me hicieron sentir parte de una familia que crece en número y compromiso por la misión de Cristo que es la nuestra. Pido a nuestra Madre Dolorosa que nos mire con misericordia y nos aliente cada día en cumplir la voluntad de su Hijo.

Iván Lucero, S.J.

Cotocollao

2024-02-24